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La Red y sus Cuentos Adas, Caballeros, Princesas, Brujas y demás condimentos

Compramos verdades en El país de las maravillas dando por cierto lo que Pinocho dice sin ver cómo le crece la nariz en el lugar secreto de Nunca Jamás que te hace creer que siempre es sí o sí. Leemos cuentos idealizados en los que a Cenicienta nunca le dan las doce para no descubrir su verdad y bailamos, riéndonos como tres cerditos que se jactan de haber triunfado ante el lobo feroz, los pasos de la magia de La Bella y la bestia con la música alta en el triunfo de la vida, ignorando que la vida es el lobo de Caperucita, disfrazada en la perversidad del interés de lo que va y viene al antojo egoísta que te deja caminando descalzo, sin zapatos de cristal, de lado a lado en el camino de vuelta de un Patito feo que apostó su suerte a las verdades de un niño de madera al que le sigue creciendo la nariz. Los cuentos son los que nos durmieron los sueños de pequeños para que, de mayores, los aprendamos a leer con los ojos muy abiertos, sin ninguna lámpara maravillosa a la que frotar con el deseo silueteado enfrente. Y en algunas somos Hansel y Gretel, sin las migas de pan para señalar el camino de vuelta a casa, con el corazón en un puño, perdidos en otra de chocolate y caramelos que es la trampa del destino que te hace confiar en la suerte de las apariencias irreales. El bocado a la manzana envenenada de la más bella de los cuentos que nos deja sin espejo mágico a la suerte de siete enanitos a nuestro rescate. De tanto leer nos sabemos ya que Pinocho seguirá mintiendo porque si lo hizo una vez, lo hará Las mil y una noches, y no tenemos el tiempo de las siete vidas de El gato con botas como para tirar esta y no saber que...

 No todos los cuentos de la vida real

 terminan bien!!!

Prof. Emilio Leiva

A la vida, inteligencia ingeniosa de Pulgarcito que esto está lleno de Alibabá y sus cuarenta ladrones.


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